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1

Érase un hombre como cualquier hombre. Ni relevante, ni eximio, ni magnífico, ni notable, ni destacado, ni eminente, ni superior, ni ilustre. Un hombre insignificante, mínimo, insustancial, ínfimo.

Sus padres lo habían bautizado como “Nerón”; aunque de fuerte e intrépido, no tenía nada. Quizá, como una suerte de devoción hacia el hombre que  tuvo el coraje, la decisión, la valentía, el ímpetu, la cólera, la rabia, la furia, la irritación, la insolencia de incendiar Roma, sin que ningún carro del cuartel de bomberos de la Plaza de los 33 pudiera haber acudido a tiempo y apagarlo a fuerza de manguera.

Al despuntar el día siguiente al de ayer, el astro rey interrumpió el sueño de los que dormían, y en ese sublime momento, fue que Nerón García se despertó. 

Abrió los ojos como trayendo a la memoria una cosa olvidada: ir a trabajar. Ir a ganarse el pan de cada día.

Ir a cumplir con su deber de funcionario estatal en el Ayuntamiento de  Degollado, pueblo que lo vio nacer, pueblo que lo vio crecer, pueblo que lo vio todos y cada uno de los días de su existencia, puesto que Nerón  García nunca había salido de los confines de la villa. 

La salida del pájaro autómata gritando “cucú” devolvió a Nerón García de su letargo. —¡Te voy a matar; pajarraco! —pronunció exultante, eufórico, alborozado, refiriéndose a ese pajarito de madera que sale cantando por la ventana de una casita también de madera, exactamente cada media hora.

Como impelido por el demonio, Nerón García reclinó el cuerpo echado en el mueble que usaba para el reposo nocturno, acondicionado precariamente con dos piezas de tela entre las cuales dormía, agujereadas por tanto uso, después de haber devuelto el inconveniente ajuar de sábanas que la tía-abuela Edmunda le había regalado para el casamiento, bordadas con sus iniciales y las de la desgraciada que tuvo la osadía de dejarlo plantado en el altar de la Iglesia de Degollado.

Aferrado a la ferviente negativa de comprar sábanas nuevas y con cara de pocos amigos, Nerón García se levantó.

El espejo del baño le devolvió la imagen de una persona que posee una escasa inteligencia, dice la tía-abuela Edmunda que el pobrecito nunca fue capaz de superar el trance de la boda frustrada y jamás pudo llegar al desarrollo normal de su edad.

Nerón García se cepilló los dientes por espacio de una hora. Había visto el reclame de “Kolynos” y de cómo el tener los dientes blancos atraía a mujeres hermosas, y desde aquel día el cepillado se había trasformado en un ritual.

Depositó cuidadosamente su piyama rayado en la cama y se dirigió al perchero, donde descansaban, como todas las noches desde el día que ingresó en el Ayuntamiento de Degollado, una camisa celeste, una corbata roja, un pantalón y un saco gris de lo que alguna vez supo ser un traje. Casi con adoración, se podría decir que acariciaba cada una de las prendas mientras se vestía.

Luego, nuevamente ingresó al baño y se puso gomina;  dice la tía-abuela Edmunda que de chiquito le gustaba vestirse de Gardel. Unas gotas de colonia barata, y a cumplir, como todos los días, desde que había ingresado en el Ayuntamiento de Degollado,  con sus deberes de funcionario estatal.

Era un día como cualquier otro día. Los pajaritos no volaban. Nadie se había muerto. Nadie se había casado. Nadie se había arreglado con nadie. Nadie se había peleado con nadie. Nadie había engañado a nadie. Nadie había matado a nadie. Ni siquiera a un pajarito. Menos aún a un pajarón.

Qué pena, pensó Nerón García. No contaría con las eximias palabras de Katty, la secretaria del Alcalde de Degollado. 

Como aquel día en que encontraron muerta a la novia del “Nene” Pelayo.  La conmoción en Degollado fue tal, que había venido un cúmulo de periodistas; “para el informativo” habían dicho, y el Comisario Eusebio Pérez había vestido sus mejores galas para la “ntrevista para la tele”.

Luego de una ardua investigación, el Comisario Eusebio Pérez y su ayudante habrían descubierto una mancha de sangre en el vaquero del “Nene” Pelayo. Con la “pista” en mano, se fueron a buscar al Nene: “¡Arriba las manos!”.

La señorita Mabel le tomó el testimonio en la máquina de escribir “Olivetti”:  —Me metió los cuernos cuando vino el “mionca” del brasilero. —El caso se cerró como “Crimen Pasional”, y desde entonces el”Nene” Pelayo pasa sus días en el penal de Libertad.

Y el hombre insignificante, mínimo, insustancial, ínfimo, entra al Ayuntamiento a cumplir, como todos los días, desde que ha ingresado en el Ayuntamiento de Degollado,  con sus deberes de funcionario estatal.

2

Degollado es  un pueblo caído del mapa. No en sentido metafórico sino en el mismísimo y literal sentido del concepto. 

Para llegar a Degollado vivito y coleando y no perecer en el intento, resulta imprescindible aceptar el apoyo de Gran T'Phon, Tubul, Berilia o Jerakeen,  los cuatro  elefantes  irresponsables que no dejan que el mundo se venga abajo.

Un valiosísimo monumento destacado por su valor teológico que realizara  un artista de renombre (y no era coreano)  preside la Plaza de Degollado, la efigie de la tortuga asexuada Gran A'Tuin.

El misterio del sexo de Gran A’Tuin es para los habitantes de Degollado un dilema existencial muchísimo más inquietante que la existencia de Dios o la existencia de vida interplanetaria.

Uno de los temas más frecuentes en la mesa del boliche de Degollado es el debate acerca de qué posición ocupará  Gran A’Tuin en su viaje interplanetario cuando haga el amor con otra tortuga de distinto sexo. 

Decenas, centenas, miles, millones de plegarias  (bueno, millones no porque dista mucho de un millón la cantidad de habitantes de Degollado) le son dedicadas a Gran A’Tuin, para que se  niegue rotundamente a la posición del misionero,  suceso que significaría el apocalipsis de Degollado.

Se podría decir que la estatua de la tortuga Gran A’Tuin es el lugar más sagrado de Degollado. El monumento es un santuario. 

El feriado más importante en Degollado es el Día de la Peregrinación a Gran A’Tuin.  Más importante que la mismísima Navidad, más importante que el mismísimo año nuevo, más importante que el mismísimo 1 de mayo. El “Día de la Peregrinación a la Tortuga” es un feriado marcado en rojo. Un feriado no laborable. Menos laborable que el 1 de mayo.

Si algún infortunado tiene la desgracia de enfermarse el día de la Peregrinación a la Tortuga, morirá irremediablemente en el seno de su hogar. No trabaja el Doctor, no trabaja la enfermera, no trabaja el chofer de la ambulancia y el Hospital de Degollado cierra. Con los enfermos y todo.

Ese día, Degollado recibe a miles y miles de hombres y a miles y miles de mujeres que vienen andando desde todos los lugares del mundo y Gran T'Phon, Tubul, Berilia y Jerakeen terminan con la lengua afuera necesitando luego una semana de licencia por estrés.

¿Qué tiene  ese pueblo de… que atrae a todos tan profundamente? ¿Qué motiva a los peregrinos a venir a Degollado?

La respuesta es muy simple: la Tortuga Sagrada Gran A’Tuin, patrona de solos y solas, patrona de enfermos y enfermas, todos vienen a pedirle a La Tortuga fundamentalmente no quedarse para vestir santos.

Ese día, el pueblo es un jolgorio. A la noche, el boliche de Degollado no da abasto. El barman está a cuatro manos preparando medio y medios. Hay baile de solos y solas en la Plaza, y recientemente se decretó también feriado el día siguiente al Día de la Peregrinación a la Tortuga, con el cometido de que todos puedan descansar para volver al yugo del trabajo esclavo.

Sin embargo, el día que Nerón García debería de estar más que feliz, saltando en una pata, está tan deprimido, que se da la biaba con Novoprén. Pero no siempre fue así.

Cuando Nerón García era chiquito, efectivamente el Día de la Peregrinación a la Tortuga era el día más feliz de su vida. Jugaba con todos los otros niños de Degollado, a las escondidas, al rayo mortífero, al pato-ganso, a la pelota…

Nerón García siente que la Tortuga Sagrada lo traicionó.  Lo estafó, vilipendió, engañó y decepcionó. La Tortuga Sagrada le mintió.

Nerón García jamás hubiera imaginado que una Tortuga Sacerdotisa sería una embaucadora. Una Tortuga Santa. Una deidad. ¡Qué vergüenza!

La Tortuga Sagrada le había prometido a Nerón García que no se iba a quedar a vestir santos pero le mintió.

Dice la tía-abuela Edmunda que desde ese día Nerón García se hizo drogadicto. Y dice la tía-abuela Edmunda que la droga le comió el cerebro a Nerón García.

El Día de la Peregrinación a la Tortuga, Nerón García cierra todas las puertas y ventanas de su casa. Permanece sumido en la oscuridad. Y en los vapores del cemento. Se viste de negro de pies a cabeza o de cabeza a pies. También compra en la ferretería de Degollado los días previos al feriado, esmalte Inca negro, y se embadurna todo, todito el cuerpo. Y ese día se convierte, por un solo día claro está, que la fama dura poco, en el hombre más negro del mundo y del universo entero.

El día siguiente, feriado también, Nerón García se pasa de sol a sol metido en la bañera llena de kerosén.

Sucedió un año que Nerón García tuvo tan mala fortuna que se le tapó el inodoro y como ya se sabe, el sanitario de Degollado, no trabajaba el Día de la Peregrinación a la Tortuga. Y para colmo,  su aparato digestivo se encontraba anómalo: tenía la necesidad urgente de evacuar constantemente.

Y trató de resistir. Y resistir. Y resistir. Y al final tuvo que poner el calzoncillo a lavar. Y otra vez… Fue entonces que Nerón García se armó de valor para salir a la calle. Cuando le pareció que no había transeúntes en la vereda, sigilosamente Nerón García abrió la puerta. Entonces se dirigió hacia el plátano ubicado frente a la puerta del vecino. Con tan mala fortuna, que cuando estaba en medio del operativo, salió del interior de la vivienda la hija en edad de merecer. Al ver tamaño espectáculo la señorita se puso a gritar desesperada, y, como ese día el Comisario Eusebio Pérez no trabajaba, todas las vecinas decentes de Degollado violaron el domicilio de Nerón García al día siguiente, que también era feriado. Tras persignarse y pedir perdón a la Tortuga Sagrada por no poder evitar ver las partes no pudientes del susodicho, todas sacaron al unísono una cajita de fósforos “Victoria” y en menos que canta un gallo Nerón García ardía en su bañera.

La señorita en edad de merecer quedó tan traumada que meses después ingresó al Convento de Degollado, y hoy es la Madre Superiora de Degollado.

No se sabe gracias a qué milagro Nerón García juntó fuerzas y salió de la bañera.

Cada vez que se aproxima el feriado del Día de la Peregrinación a la Tortuga, los  compañeros del Ayuntamiento de Degollado de Nerón García se divierten cantando: “Encendese encendese llama crece llama crece

Ya los quemará vivos algún día, malnacidos.

3

El hombrecito insignificante, mínimo, insustancial, ínfimo, entra al Ayuntamiento a cumplir, como todos los días, desde que ingresó en el Ayuntamiento de Degollado,  con sus deberes de funcionario estatal.

Nerón García cuelga su saco gris de una percha de madera que le regaló la tía-abuela Edmunda el día que ingresó  en el Ayuntamiento de Degollado y luego cuelga la percha con el saco gris colgado del mueble destinado a cargar con todos los sacos, los abrigos, los sombreros  y las bufandas de todo el funcionariado del ayuntamiento, a excepción del Señor Alcalde y otros servidores públicos con mayor abolengo estatal. 

Con el saco gris colgado y no ahorcado, como aquel fatal día, cuya víspera había sido el feriado posterior al feriado del Día de Peregrinación a la Tortuga, día en que Nerón García casi muere incendiado en su bañera, día en que Nerón García cayó en desgracia a lo largo y ancho de todo Degollado y sufrió el más humillante de los tormentos que le puede suceder a un hombre puesto que todas las señoritas en edad de merecer de Degollado lo habían visto con sus partes pudientes al sol satisfaciendo la urgente necesidad de evacuar que su aparato digestivo le demandaba, al pie del plátano de su vecino y pintado absolutamente de negro.

Aquel día Nerón García se había levantado a las cuatro de la mañana. Después de haberse cepillado los dientes, y mientras observaba si le habían quedado bien blancos, más o menos blancos o menos más blancos fue que tuvo una fulminante revelación.

Trémulo, abrió el cajón de la mesa de noche y se quedó por espacio de trece segundos mirando fijo aquella infame llave de hierro. Como poseído por el mismísimo demonio, Nerón García tocó aquel maléfico instrumento por primera vez en años, lustros, décadas. Y por primera vez en su vida, Nerón García tomó una decisión. Agarró la llave con furia y se paró frente a frente a aquel armario, cuyo interior no veía la luz desde el trágico día del plantón en la iglesia de Degollado. Imbuido de valor, Nerón García introdujo la llave de hierro en la cerradura y la giró abriendo así la puerta de una buena vez. ¡Allí descansaba el desgraciado!

Aquel desgraciado que quedó semi-estrenado. Aquel desgraciado que quedó semi-enterrado en un armario. Aquel desgraciado que le trajo la mala suerte y desgracia a Nerón García.

Aquel desgraciado conjunto de levita negra con añadidos de seda de cola abierta con dos filas blancas de botones, con un infame pañuelo amarillento de seda que alguna vez supo ser blanco que descansaba en su bolsillo, con un pantalón negro sin pinzas  con galones, con un chaleco de piqué marfil y con una camisa también amarillenta que alguna vez supo ser blanca.

Pleno de coraje Nerón García lentamente se fue vistiendo con  la camisa amarillenta, el pantalón negro con galones, el chaleco de piqué marfil y la levita negra.  Se miró en el espejo del baño y se puso gomina.

A la hora de aquel fatídico día en que Nerón García llegó a las puertas del ayuntamiento, el portero del Ayuntamiento de Degollado dormitaba beodo en la silla de la portería del ayuntamiento.

Sigilosamente, alcanzando la línea de su cuerpo que buscaba la perfección que le habría permitido encontrar el eje  perfecto; en puntas de pie, con tan sólo el dedo gordo apoyado en el piso de baldosas de la entrada del ayuntamiento, Nerón García dirigió sus pasos hacia el salón destinado al trabajo esclavo.

Cerciorándose Nerón García una y mil veces que  no había ni una hormiga, ni un mosquito, ni una mosca, ni una cucaracha, ni una araña ni ser viviente alguno, se detuvo exactamente frente al perchero y se quitó el cinturón del pantalón negro sin pinzas con galones y acarició el preciado objeto con adoración.

El portero del Ayuntamiento de Degollado se había tomado hasta el agua de los floreros el feriado del Día de Peregrinación a la Tortuga y el feriado después del feriado del Día de Peregrinación a la Tortuga. Tenía aferrada en su mano derecha una botella de plástico de Coca-Cola que tenía un resto de vino suelto, y tenía aferrado en su mano izquierda un papel amarillento titulado “No os embriaguéis de vino”,  que  decía “Y manifiestas son las obras de la carne como la fornicación, las herejías, las envidias, los homicidios, las borracheras y los banquetes de las cuales os denuncio, y como ya os he anunciado, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Un extraño zumbido despertó al portero del Ayuntamiento de Degollado. El señor Nepomuceno Luz, aún ganso, aún bobo, aún confundido, lerdo, aún azorado y semidormido, de golpe abrió los ojos.

Aunque no podía hacer ni el “4”, Nepomuceno Luz se levantó de su silla y en menos de lo que canta un gallo golpeó a la puerta del salón destinado al trabajo esclavo. Y golpeó y golpeó pero nadie respondió.

Fue entonces que Nepomuceno Luz abrió la puerta del salón destinado al trabajo esclavo y quedó con los ojos como el dos de oro; estupefacto: Nerón García se había colgado con su cinturón al perchero vestido de novio.

Pero sorprendentemente Nepomuceno Luz tuvo su instante de iluminación.

Como Nerón García aún no estaba degollado, velozmente desabrochó el cinturón del occiso y el hombrecito cayó al piso.

Cuando Nepomuceno Luz tocó a Nerón García avizoró que aún tenía pulso. Ni corto ni perezoso le hizo respiración boca a boca y así fue que Nerón García reingresó en el reino de los vivos.

El hombrecito insignificante, mínimo, insustancial, ínfimo, entra al Ayuntamiento a cumplir, como todos los días, desde que ingresó en el Ayuntamiento de Degollado,  con sus deberes de funcionario estatal.

Nerón García cuelga su saco gris de la percha de madera que le regaló la tía-abuela Edmunda el día que ingresó  en el Ayuntamiento de Degollado y luego cuelga la percha con el saco gris colgado del mueble destinado a cargar con todos los sacos, los abrigos, los sombreros  y las bufandas de todo el funcionariado del ayuntamiento, a excepción del Señor Alcalde y otros servidores públicos con mayor abolengo estatal. 

4

En el salón destinado al trabajo esclavo no hay nadie. Nadie ha llegado, nadie salvo Nerón García, el funcionario que más temprano llega al Ayuntamiento de Degollado. 

Desde el día en que ingresó en el Ayuntamiento de Degollado, Nerón García llega a las 9 de la mañana. Jamás ha llegado tarde. Jamás ha solicitado  médico a domicilio. Jamás ha faltado a trabajar. Jamás ha hecho sebo. Jamás ha jugado al “tetris” ni al “solitario”  ni se ha conectado a Internet cuando llegaron las primeras computadoras a Degollado, las usadas que habían sido donadas al Estado pero que nadie había querido y habían sobrado.

Más solo que Adán en el día de la madre, Nerón García corre el mueble cuya finalidad es servir de asiento a su mismísima persona, que tiene cuatro patas aunque podría haber tenido una, dos, tres o más. 

Nerón García toma asiento en el mismo escritorio que le han asignado desde el día en que ingresó en el Ayuntamiento de Degollado. Si bien el escritorio supo ser dueño de cuatro hermosas patas, lo cierto es que con el paso del tiempo, una se rompió.

¿Cómo olvidarlo? Aquel desgraciado incidente sucedió cuando Aristófanes Gómez, el asesor del Señor Alcalde de Degollado, lo acorraló contra una de las paredes del salón destinado al  trabajo esclavo. Nerón García justo se había imbuido de coraje tras días, meses, años, lustros para así animarse a decirle un piropo a una mujer. Pero con tan mala fortuna, la fémina en cuestión estaba incluida en la lista de las que le gustaban a Aristófanes Gómez, se trataba de la curvilínea secretaria del señor Alcalde de Degollado, Katty, aunque ella prefiere que la llamen “Katherine” o en su defecto “Kate”, igualito que la esposa del príncipe William de Inglaterra, Kate Middleton.

Hubo un tiempo en que los seres humanos eran redondos; tenían cuatro manos, cuatro pies, dos caripelas una atrás de la otra, cuatro orejas y dos órganos sexuales. Eran muy forzudos y corrían rapidísimo. Pero eran tan pillados que Zeus los cortó al medio como si fueran huevos duros. ¡A vos no te cortaron nunca, nabo!

Así fue que Aristófanes Gómez tomó el toro por las astas y le dio a Nerón García una paliza de padre y señor nuestro, con tan mala fortuna que el desgraciado de Nerón voló por los aires cayendo encima de su mismísimo escritorio y perdiendo el mueble una de sus patas.

El día siguiente al insuceso, Nerón García no tuvo más remedio que solicitarle al asesor del Señor Alcalde de Degollado, Aristófanes Gómez, que  le indicara el procedimiento a iniciar para la reparación del tan preciado mueble.

Aristófanes Gómez le dijo a Nerón García que debía de elevar una nota por escrito a la superioridad explicando los motivos por los cuales le era necesario que el mueble fuera reparado.

Nerón García estuvo toda aquella jornada laboral abocado a la redacción de la misiva:

Sr. Asesor del Alcalde de Degollado Aristófanes Gómez:
Por intermedio de la presente solicito a usted la reparación de la pata del escritorio de quien suscribe.
Saluda a Ud. muy atte,
Señor Nerón García.


Acabada la redacción Nerón García le había entregado la nota a Aristófanes Gómez.

Aristófanes Gómez le respondió a Nerón García que elevaría la nota al mismísimo Señor Alcalde de Degollado.

Al día siguiente de la elevación de la nota a Aristófanes Gómez, Nerón García le preguntó al susodicho si había alguna novedad.

Aristófanes Gómez dijo que ni pensarlo; el Señor Alcalde se encontraría abocado a misiones superiores durante las próximas tres semanas.

Lo cierto es que hoy, Nerón García sigue aguardando la reparación del mueble.

Para que no se le viniera abajo el escritorio, Nerón García había llevado al Ayuntamiento de Degollado un palo de escoba que le había prestado la tía-abuela Edmunda y lo había pegado al escritorio  con un resto de Novoprén que le había sobrado del Día de la Peregrinación a la Tortuga. Y había tenido que agregarle un cartón abajo del palo para que el mueble quedara en algo parecido a una suerte de equilibrio.

Nerón García tenía que tratar al escritorio averiado como a una seda, puesto que de lo contrario el escritorio se venía abajo y se le desparramaba el lápiz, la goma de borrar, la birome, el sacapuntas, el almanaque y la pila de papeles de trabajo.

No fueron muchas, sino muchísimas las veces que efectivamente se le vino abajo el escritorio a Nerón García y que tuvo que recoger el lápiz, la goma de borrar, la birome, el sacapuntas, el almanaque y la pila de papeles de trabajo.

Nerón García toma asiento en su escritorio y cuando se dispone a comenzar con la labor del día un gorjeo estruendoso irrumpe la calma chicha:

Nerón… c$%ón” “Nerón… c$%ón” “Nerón… c$%ón” “Nerón… c$%ón” “Nerón… c$%ón

Otra vez aquel desgraciado. Otra vez aquel malnacido. Otra vez aquel tirano de Napoleón, el loro del Señor Alcalde de Degollado.

Ya acabará Nerón García con el perico algún día. Tiene planeado envenenarlo. Pero es consciente de que al día siguiente de que envenene al loro, el Señor Alcalde de Degollado lo mandará destituir. Así que por ahora Nerón García resiste.

Dicen que un día, después de salir de la sesión con su analista y habiendo arribado el analista a la conclusión de que la depresión que sufría el Señor Alcalde de Degollado se debía al vacío existencial en que sentía sumido, le preguntó si le gustaban los animales. El Señor Alcalde dijo que ni fu ni fa, entonces el analista le sugirió adquirir una mascota, y le juró sobre la biblia que se iba a curar.

Al día siguiente el Señor Alcalde de Degollado entró en la tienda de mascotas de Degollado y el simpático dependiente le ofreció un animal que hablaba. —¿Habla? —había quedado maravillado el Señor Alcalde. —Sí señor, se lo juro por mi santa madre, que en paz descanse —le había asegurado el vendedor. 

El Alcalde no lo dudó ni un instante y en menos que canta un gallo se compró el loro. Una vez en su casa lo bautizó como “Napoleón”, en honor al hombre que siempre había admirado.

Acto seguido, el Señor Alcalde pretendió iniciar una conversación con el plumífero, pero ni mu.

El Señor Alcalde; con una voz un tanto atontada le preguntaba al loro:

¿Y este lorito tan lindo cómo se llama?, Na-po-león”, y el loro nada, y el Señor Alcalde insistía “¿Cómo se llama el lorito?” “¿De quién es el lorito?” y Napoleón seguía mudo.

Preso de ira, el Señor Alcalde regresó a la tienda de mascotas de Degollado para devolver el loro y le espetó al vendedor: —¡Me compré este loro y me gasté una fortuna y quería enseñarle malas palabras pero no repite nada de lo que le digo! —Tranquilo señor, que un loro es un animal muy inteligente y si se pone a jugar con él no solamente comenzará a hablar sino que podrá educarlo, tan sólo tiene que hablarle como a un bebito y repetirle muchas veces la palabra que le quiera enseñar y él se encariñará con usted, y cuando lo deje solo recordará todo lo que usted le ha enseñado y comenzará a repetirlo para llamar la atención.

El Señor Alcalde quedó convencido así que volvió a su casa y se tomó aquel desafío más seriamente que a la vida misma.

¿Y este lorito tan lindo cómo se llama?, Na-po-león” “¿Cómo se llama el lorito?” “¿De quién es el lorito?

Así fue que un día Napoleón dijo su primer palabra: “pu%a

El Señor Alcalde estaba tan contento como perro con dos colas. Le mandó hacer por encargo una jaula de oro, y se lo llevó a su despacho del Ayuntamiento de Degollado, lugar donde por ahora sigue vivo.

Por ahora, hasta que Nerón García tome coraje y lo decida envenenarlo.

5

En el salón destinado al trabajo esclavo no hay nadie. Nadie ha llegado, nadie, a excepción de Nerón García, el funcionario que más temprano llega al Ayuntamiento de Degollado.

Nadie excepto Nerón García y el crápula de Napoleón, el loro del Señor Alcalde de Degollado, que no deja de reiterar su estruendoso y malsano gorjeo:

—¡JuJu! ¡Nerón… c$%ón! ¡Nerón… c$%ón!  ¡Nerón c$%ón!  ¡Nerón… c$%ón!  ¡Nerón… c$%ón!
—¡Loro hijo de pu%a!
—¡JuJu! ¡Nerón… c$%ón! ¡Nerón… c$%ón!  ¡Nerón c$%ón!  ¡Nerón… c$%ón!  ¡Nerón… c$%ón!
—¡Loro de mi$%da!
—¡JuJu! ¡Nerón… c$%ón! ¡Nerón… c$%ón!  ¡Nerón c$%ón!  ¡Nerón… c$%ón!  ¡Nerón… c$%ón!
—¡La pu%a lora que te pa$ió!
—¡JuJu!¡Nerón… pu%o! ¡Nerón… pu%o! ¡Nerón… pu%o!¡Nerón… pu%o!¡Nerón… pu%o!
—¡Hacete el vivo Napoleón loro hijo de pu%a  que tenés los días contados!
—¡JuJu! ¡pu%a! ¡pu%a! ¡pu%a!
—¡Ya vas a ver loro hijo de pu%a con toda la cicuta que vas a tragar vas a quedar mucho más muerto que Sócrates!
—¡JuJu!¡Nerón Sócratés! ¡Nerón Sócratés! ¡Nerón Sócratés! ¡JuJu!
—¡Vas a tener una muerte más horripilante que la de Sócrates! ¡La cicuta te va a quemar el hígado loro hijo de pu%a! ¡Te voy a boletar loro hijo de pu%a! ¡Maldito lor/
—¿Ahora se te da por hablar sólo, García? —dice de pronto Aristófanes Gómez, el asesor del Señor Alcalde de Degollado que acaba de ingresar en el salón destinado al trabajo esclavo.

Desde el mismísimo día que nació, Aristófanes Gómez es un alcahuete. Un chupamedias. Vaya a saber en qué diablos habría estado pensado la madre cuando le eligió el nombre, quizá subyugada por aquel asunto de la media naranja, o sorprendida o azorada, la cuestión es que se cernía un extraño mito acerca de la sexualidad  y quizá sorprendida o azorada u horrorizada, quizá para que su primogénito le saliera bien machito la doña decidió ponerle aquel nombre tan ridículo.

El mito que habría dejado traumada a la madre de Aristófanes Gómez era que en la antigüedad los hombres tenían tres sexos, no dos como en estos días, el masculino y el femenino, sino que  además existía un tercero que era común a los otros dos, el andrógino hombre-mujer o hermafrodita. Las personas eran esféricas y tenían cuatro brazos, cuatro piernas, dos rostros que estaban situados en direcciones opuestas, cuatro orejas y dos órganos sexuales. Caminaban erguidas, según quisieran en una u otra dirección y cada vez que corrían, daban volteretas como los saltimbanquis, apoyándose sobre los ocho miembros de los que disponían. La explicación del asunto de los tres sexos venía a cuento de que lo masculino descendía del sol, lo femenino de la tierra y lo hermafrodita de la luna.  Aquellos seres eran terribles por su fuerza y su vigor y tan arrogantes eran que un día atentaron contra los mismísimos dioses. Fue entonces que Zeus y los otros debatieron acerca del destino de los hermafroditas y quedaron acongojados por un dilema existencial: no podían matarlos fulminándolos con un rayo como al gigante de Polifemo  porque entonces los hombres ya no les otorgarían más honores ni harían sacrificios por ellos. Pero tampoco podían darse el lujo de que siguieran siendo unos ególatras. Fue entonces que Zeus tuvo una idea sublime: “Me parece que tengo una estratagema para que continúen existiendo los hombres y dejen de ser insolentes: tiene que ser más débiles. ¡Los voy a cortar en dos con un enorme cuchillo de cocina “Tramontina”  y van a ser más útiles para nosotros y van a ser más débiles y van a ser más! Van a caminar erguidos pero con dos piernas y si siguen pasándose de la raya los voy a cortar de nuevo en dos y van a tener que caminar con una sola pierna y saltando.” Pronunciadas esas palabras, cortó a todos en dos, y a la mitad los dejó hombres y a la otra mitad los dejó mujeres.

Aristófanes Gómez mira a Nerón García como por encima del hombro con desprecio: altivo, arrogante, grandioso, magnífico, como muñido de una excesiva magnificencia y suntuosidad. De punta en blanco de acuerdo a la investidura que ostenta, al honor que le confiere ocupar el puesto nada más ni nada menos que de asesor del Señor Alcalde de Degollado, ataviado con impecable traje y corbata, Aristófanes Gómez es un histérico a la hora de vestir.  En su alcoba dispone de  un vestidor que alberga nada más ni nada menos que cien pares de zapatos, doscientos trajes hechos a medida por el mismísimo Giorgio Armani o Roberto Cavalli, quinientas camisas, quinientas corbatas, trescientos sweaters, trescientos cardigans, doscientos chalecos, ochocientos pares de medias, habiendo tenido el privilegio de viajar a la mismísima París o Roma o Milán, porque Aristófanes Gómez percibe una considerable remuneración en lo que concierne a viáticos sin rendición de cuentas al extranjero dada la jerarquía que le confiere la categoría y escalafón que ostenta, caratulados tales viajes bajo el asunto de “Misiones Oficiales”. Como corresponde al honorable asesor del Señor Alcalde de Degollado.

Tan histérico con respecto a sus atavíos ha resultado Aristófanes Gómez que su santa madre es agobiada con frecuencia por ciertas dudas y pensamientos pecaminosos, y entonces  más rápido que El Correcaminos dirige sus pasos hacia el altar de la Iglesia de Degollado con el afán de rezar dos padre y señor nuestro para que el Señor se apiade del alma del susodicho y que la elección de su nombre no resulte en vano.

Como perico por su casa, Aristófanes Gómez abre la puerta del despacho del Señor Alcalde de Degollado e ingresa al tan sagrado recinto, donde valga la redundancia, el perico de Napoleón desde su jaula de oro lo saluda con respeto y sumisión:

—Buenos días Aristófanes Gómez —dice el loro con elegancia.
—¿Buenos días qué? —contesta indignado Aristófanes Gómez.
—Buenos días Señor Aristófanes Gómez —repite el loro con majestuosidad.

El día en que el Señor Alcalde de Degollado trajo el loro al Ayuntamiento, el petulante de Aristófanes Gómez ni corto ni perezoso entrenó al tirano de Napoleón para así  todos los días regocijarse con aquel sublime ritual que el loro le otorga.

Ya son dos los funcionarios que han llegado al Ayuntamiento de Degollado: Nerón García y Aristófanes Gómez.

Y el plumífero de Napoleón, que no ha llegado porque nunca se ha retirado.

6

Otro día en que el cargoso de Jolie somete al desgraciado de Nerón García al calvario, al martirio,  al infortunio, al drama de soportar estoicamente aquel siniestro discurso, sus ideas sublimes, magníficas, la serie de palabras que esgrime para manifestar lo que piensa y siente, sus profundas reflexiones. 

Otro día en que el cargoso de Jolie le viene a recordar al desgraciado de Nerón García que no tiene un puerto ‘pa echar el bote al agua, otro día en que el cargoso de Jolie le recuerda el otro también desafortunado incidente ocurrido el mismísimo día de la boda de Nerón García, cuando la malnacida que se convertiría en la esposada cambió de idea y cayó en la cuenta de que era más conveniente volar libre como un pájaro al viento dejando al desgraciado de Nerón García bien plantadito como un arbolito en el altar de la Iglesia de Degollado.

Es tanta la ostentación y gala en que se imbuye Sandro Jolie al presumir acerca del nombre que le ha elegido su santa madre, que en los pasillos del Ayuntamiento de Degollado se dice que el susodicho es un esquizofrénico muy peligroso capaz de degollar, haciendo honor al pueblo que lo vio nacer, a la infortunada de turno en el supuesto caso en que por obra y gracia del Señor se produzca el milagro de que alguna fémina resignada al vil destino de quedarse para vestir santos para siempre, decida aceptar esa invitación como una suerte de súplica descarnada, quizá para ver “Nosferatu el Vampiro” con Klaus Kinski, que hace al menos cinco años que viene siendo exhibida en el cine de Degollado, o quizá para degustar una pizza a caballo en el bar de la Plaza de Degollado, o quizá para asistir baile del club social y deportivo también sito en la Plaza de Degollado en donde pasan los mejores hits de Sonora Borinquen y Karibe con K.

Día tras día todos los agraciados funcionarios que ostentan el honor de tener situado el escritorio en el salón destinado al trabajo esclavo deben de soportar aquella emisión de sonidos guturales con la trágica consecuencia de someter el cuerpo a vibraciones fulminantes, los canturreos, la sublime y desafinada interpretación de “Dame fuego”, “Rosa, Rosa”, “Quiero llenarme de ti”, “Penumbras” y “Porque yo te amo”, a menos que hayan adquirido en la farmacia de Degollado aquella prenda de protección que se inserta en el canal auditivo, igualito que los usan que están cerca de compresores, taladros o motosierras, o los que cuando chicos no se habían ahogado en la piscina del country de Degollado y habían llorado todita la noche hirviendo sus santas madres aquellas gotas salvadoras. Algunos tienen desechables y otros de silicona.

Si no fuera porque yo soy el Sandro que está vivo porque el otro se murió ahora estaría lleno de navajas y cadenas y dejé la campera de cuero y las pandillas y sino ahora sería un ladrón”, “Ahora yo soy el Sandro de la América”, “Ahora yo soy el Gitano”, son algunas de las magistrales conclusiones a través de la cual Sandro Jolie tortura a todo el funcionariado del Ayuntamiento de Degollado.

Como el de verdad, como el que ahora está muerto, Sandro Jolie se viste igualito que Elvis Presley y todos los días se pasea por el salón destinado al trabajo esclavo contoneando las caderas:

Ahora yo soy el Elvis Criollo”, “Ya van a ver cuando Ricky Martin acepte mi invitación para venir a Degollado”, “Ya se van a morir de envidia de papá”, “Al fin y al cabo el Sandro de verdad soy yo porque mi mamá me puso Sandro y  la mamá del otro, el Sandro que está muerto, como no la dejaron ponerle Sandro  le puso Roberto porque no le dieron los h$%&os para ponerle Sandro pero mi mamá sí me puso Sandro porque es la más valiente ”. “Dale mamita mirá mi pose de sedución sesual”. “¿Y dónde tán mis nenas?” “Cuando hago movimientos sesuales hay como 450.000 ratones corriendo una carrera. ¿Qué mirás mamita? ¿Qué necesidad sesual tenés? ¿Qué tenés vacío? ¡Papá te shena!

 Y dale que te dale que te dale con la mismísima cantarola todos, toditos los santísimos días. Y todos los días Sandro Jolie lanza un calzoncillo atigrado en el salón destinado al trabajo esclavo mientras dice “La que lo agarra ‘ta noche es de papá”.

Todos los sábados a la tarde, Sandro Jolie acude regularmente al salón de belleza de Degollado, con el afán de retocarse las raíces de la tinta negro-azulada diciéndole al estilista de Degollado:

Lo quiero bien azul”, “Quiero el negro bien azul”, “Para tener el color perfecto yo quiero Koleston”.

Sucedió aquel día en el que Rosita, la señorita funcionaria taquígrafa del Señor Alcalde de Degollado, la que ostenta de mayor antigüedad  siendo objeto de envidia de los otros puesto que bajo el asunto “Antigüedad” cobra como cien mil pesos, y se dice en los pasillos del Ayuntamiento de Degollado: “Qué mundo tan injusto, hay que ser una vieja de m#$%a para cobrar cien mil palos”, quizá en el afán de desterrar para siempre esa terrible premonición de quedarse para vestir santos, un día fue que la señorita Rosita dijo:

—Dudo que exista un hombre más sexy que Sandro Jolie, el Gitano de hoy. Es sensualidad bruta, animalidad pura, mirada de macho, manos de seductor y caderas que estremecen de pensamientos lujuriosos a cualquier mujer que se detenga un instante a escucharlo y admirarlo.

Fue como que a Sandro Jolie le metieran un cohete en el c$%o. A partir de esa nefasta jornada, como un disco rayado y llenando considerablemente su arca la farmacia de Degollado porque el stock de tapones se agotaba día tras día, es que Jolie tararea:

Ay, Rosa, Rosa tan maravillosa” “Ay, Rosa, Rosa dame de tu boca esa furia loca

Y por si fuera poco Napoleón, desde  la jaula de oro del despacho del Señor Alcalde de Degollado corea:

Ay, Rosa, Rosa tan maravillosa” “Ay, Rosa, Rosa dame de tu boca esa furia loca

Y todos los días, cuando la infortunada Rosa llega al Ayuntamiento de Degollado y entra en el salón destinado al trabajo esclavo, el sátrapa de Napoleón repite:

Quien fuera baldosa para ver tu c#$%cha hermosa

A lo cual Sandro Jolie responde:

Ay, Rosa, Rosa tan maravillosa” “Ay, Rosa, Rosa dame de tu boca esa furia loca

La señorita taquígrafa del Señor Alcalde de Degollado todos los días se maldice y flagela por habérsele ocurrido esa maldita idea de probar suerte con semejante espécimen, y con la secreta esperanza de no oír nunca más en su vida aquel horrendo cántico es que después de salir del Ayuntamiento dirige sus pasos a la Iglesia de Degollado y ora y ora y ora:

Me he descarriado en todos los aspectos,
pero ahora no quiero pecar más.
Te he agraviado y he sido injusto.
Ya no lo seré nunca más.
Renuncio al pecado, renuncio al Demonio,
renuncio a la iniquidad que ensucia mi alma.
Libera mi alma de todo lo que es contrario a Tu santidad.


Sin embargo, sucedió todo lo contrario a lo esperado. Todos los días Sandro Jolie entrena al tirano de Napoleón para que a continuación de su “Ay, Rosa, Rosa tan maravillosa” “Ay, Rosa, Rosa dame de tu boca esa furia loca” responda “Quien fuera baldosa para ver tu c#$%cha hermosa

Y sucedió que un día el dueño de la Farmacia de Degollado vendió el negocio, y se dedicó a vivir de rentas.

—¿Bó, qué acelga?

Evidentemente Sandro Jolie ha llegado.

7

El motivo del ingreso de la curvilínea de Katty había sido un absoluto misterio para el funcionariado del Ayuntamiento de Degollado. Era la secretaria del Señor Alcalde de Degollado y escribía a máquina con dos dedos. Era la secretaria del Señor Alcalde de Degollado e ignoraba la lengua de los anglosajones. Era la secretaria del Señor Alcalde de Degollado y solo sabía apretar el botón de encendido de la computadora. No sabía usar “el word” y menos aún “el excel”.

En los pasillos del Ayuntamiento de Degollado corría el rumor acerca de que en una de las tantas noches de juerga el Señor Alcalde se había pasado de copas en el boliche de Degollado y entonces el tabernero le increpó:

—Si el señor quiere seguir siendo “de la casa” ¡me acomoda a la nena!

¿Sería cierto? Y llegó el día en que el funcionariado del Ayuntamiento de Degollado ya no pudo abocarse a la concentración en sus pertinentes tareas. Fue entonces que la F.F.A.D. (Federación de Funcionarios del Ayuntamiento de Degollado) convocó a una asamblea de carácter urgente resultando electa por unanimidad la moción esgrimida por Nerón García.

La mentada moción consistía en que un funcionario del Ayuntamiento de Degollado (resultado electo en una votación que involucrara a al funcionariado todo), se disfrazase de mujer y se mimetizase en una de las sublimes noches de juerga del boliche de Degollado, con el cometido de investigar acerca del escabroso asunto.

Acto seguido, la asamblea procedió a votar al agraciado destinado para efectuar tan magno operativo, resultando electo por unanimidad… ¡Nerón García!

Nerón García se quedó anonadado, apabullado, perplejo. Fue entonces cuando todos sus compañeros comenzaron, por cierto por primera vez en su vida, a venerarlo:

¡Nerón! ¡Nerón! ¡Nerón! ¡Nerón! ¡Nerón! ¡Nerón! ¡Nerón! ¡Nerón! ¡Nerón!

Ya entrada la nochecita, la salida del pájaro autómata gritando “cucú” devolvió a Nerón García de su letargo. – ¡Te voy a matar; pajarraco!- pronunció exultante, eufórico, alborozado, refiriéndose a ese pajarito de madera que sale cantando por la ventana de una casita también de madera, exactamente cada media hora.

Nerón García se cepilló los dientes mientras el espejo del baño le devolvía la imagen de un tremendo ca#ión… esa boquita pintada con labial rojo atrevido de “Maybelline” que le duraría 24 horas, significando tal menester de que al día siguiente debería de concurrir al Ayuntamiento de Degollado con los labios pintados…; una peluca rubia platinada y lacia recién adquirida en el salón de belleza de Degollado… ¡Mami dame palo que soy tu esclavo!, le habría dicho Sandro Jolie.

La cuestión es que por primera vez en su vida, la misión encomendada a Nerón García había resultado exitosa, constatándose que, efectivamente, el único talento de la curvilínea Katty, era ser la hija del tabernero de Degollado.

8

Y no es Sandro Jolie el único funcionario que se tiene que callar la boca, son muchos los exiguos en la plantilla del funcionariado del Ayuntamiento de Degollado. Sublimes maestros de sabiduría dan clases y lecciones de tan magna relevancia, envergadura y trascendencia que superan a los sermones del sacerdote de la Iglesia de Degollado. 

En escritorio lindero a Nerón García se sienta Juancito-John Amor, quien todos y cada uno de los días desde que ingresó en el Ayuntamiento de Degollado viene reclamando una silla “especial”, afiliado al movimiento revolucionario “Gorditos Felices”, siendo el patriarca de La Revolución de los Gordos y habiendo protagonizado varios incidentes con la policía.

Dice Juancito-John Amor, a quien quiera que lo quiera (valga la redundancia) oír, que no se viste de Ché Guevara porque no quiere que lo asocien a la lacra comunista, vil flagelo del cual ni siquiera Degollado, pueblo caído del mundo se ha podido salvar.

No hay día en el que Juancito-John se canse de someter a sus compañeros a una persistente y cansina diatriba:

—¡Esto es una vergüenza! ¡Ahora festejen! ¡Yo trabajo como un animal, y me roban todo para dárselo a todos los atorrantes! ¡Esos vagos que viven en los “cante” son todos una manga de ladrones y asesinos seriales! ¡Y todavía les dan guita si mandan a los hijos a la escuela! ¡Por eso ahora las escuelas son centros de delincuentes! ¡Están llenas de malandras y asesinos! ¡Están llenas de infantodelincuentes! ¡Y todavía ahora les dan esas computadoras horribles que son verdes que andan todas mal! ¡Les dan computadoras a los vagos! ¡Gastan plata en computadoras para vagos que son una porquería! ¡Y me roban el IRPF para todos los vagos y malandras! ¡Un día me voy a levantar caliente y voy a incendiar todos los “cante” de Degolllado! ¡Que se mueran todos quemados! ¡Hay que quemar a todos los vagos y haraganes! ¡Quiero que condenen a todos los “minchos” a la hoguera!

Se dice en los pasillos del Ayuntamiento de Degollado que un día Juancito-John Amor se juntó con otros 13 iguales labrándose el acta fundacional de “Gorditos Felices”, movimiento revolucionario que reclama que todos los afiliados al movimiento  tienen su más santo derecho  a ser parte del sistema y de la sociedad sin discriminación y vaticina que ya llegará un día en consonancia con el Solsticio de Verano del año 2012 en que triunfará la Revolución de los Gordos, y todos los flacos serán degollados, haciendo honor al pueblo que los vio nacer, en la plaza de Degollado , al son del pregón “¡Gorditos hasta la victoria!

—Por primera vez habrá una revolución de gorditos, vamos a marchar en una caminata bajo la luna para reclamar los derechos de los gorditos, no vamos a parar hasta que no se nos reduzca la jornada laboral a tres horas, porque un gordito no puede trabajar más de tres horas, vaya infamia, y exigimos descuento en la comida y en la ropa y ¡si no cumplen dos afiliados de 400 kilos se van a encadenar al pie del Monumento de la Tortuga en la mismísima plaza de Degollado y van a hacer una huelga de hambre! , estamos afuera del sistema, no encontramos ropa y la que hay parece un disfraz de jardinero y ¡no hay sillas para nosotros! ¡Este no es un mundo de gordos, es un mundo de metrosexuales!

Y también son muchos los malhablados que dicen que luego de decir “mincho”, Juancito-John Amor  alcanza el paraíso. Lo que no se sabe es si Juancito-John llega al clímax pensando en “El Liberaj”, el funcionariado del Ayuntamiento de Degollado se pregunta si efectivamente Juancito-John sabe de Martín "Mincho" Corena, o lo repite igualito que el crápula del loro del Señor Alcalde de Degollado, Napoleón.

La leyenda dice que “Mincho” le robaba a los ricos y lo repartía entre los pobres, que fue Robin Hood hasta que mató a un policía y lo asesinaron en represalia en medio de una conmoción pública acaecida en una céntrica calle de una recóndita ciudad llamada Montevideo, cuyos protagonistas, pesos “pesados” del hampa se daban la gran vida porque andaban con mucha guita encima, y en aquellos ambientes del bajo, de los piringundines, garitos clandestinos y prostíbulos, cualquier fulano con plata era bienvenido. Tenían fama de " formadores" con las minas, incautos para la timba aunque creían sabérselas todas, y "buenas gargantas" para el escabio.

Juancito-John Amor, quizá haciendo honor a su apellido, es un enamorado del amor. A tales efectos, siempre se lo ve con cara de abombado perdido en las profundidades del chat, todos creen que se hizo adicto. Juancito-John, siempre había anhelado tener una amante y ahora todo es más fácil. El funcionariado del Ayuntamiento de Degollado se pregunta qué gracia puede tener para Juancito-John, a esa altura de la vida, ir a una cita a ciegas en donde uno se puede encontrar con cualquier bagre. -El placer es la conquista- anuncia Juancito-John orondo con voz solemne- Yo me llamo Juancito-John, soy el hombre más lindo del mundo, entiendo a las mujeres como ninguno, soy lindo igual y además ahora estoy a dieta.

No es Sandro Jolie el único funcionario del Ayuntamiento de Degollado que se tiene que callar la boca. Juancito-John Amor debería de callarse también.
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